Según la Real Academia de la
Lengua, sinceridad significa expresarse con sencillez y veracidad, sin fingimientos,
dejando de lado la hipocresía
y la simulación.
La sinceridad es uno de los
valores más importantes y más loables de una persona ya que se basa en ser y
actuar tal como uno es, siente o piensa, de manera honesta y dejando de lado
todo tipo de fingimientos o hipocresías.
Tristemente la sinceridad se
atribuye sólo a los niños y a los locos,
debido a que por su condición no están tan atados a las pautas de
comportamiento social (que a veces pueden hacernos actuar de manera diferente a
como pensamos) y por lo tanto no tienen miedo de decir lo que realmente
piensan.
Aprender a decir la verdad es la
base para adquirir otros valores
tan importantes en la vida como la confianza, la bondad, la generosidad, la amabilidad, la
responsabilidad, la justicia o la amistad. No obstante muy a menudo surgen
problemas relacionados con la sinceridad de los niños/as y es importante saber
las causas por las que no siempre dicen la verdad:
- Pueden tener dificultad para distinguir entre lo que es fantasía y lo que es real En estos casos no existe intención de mentir, sólo una incapacidad para discernir entre imaginación y realidad.
- Conseguir algo que le interesa mediante la manipulación de la verdad.
- Un nivel bajo de autoestima y confianza en uno mismo puede llevar al niño a mentir y así afrontar una realidad que le disgusta o inventar situaciones donde sea el héroe.
- Obtener la atención de aquellos que le rodean.
- Evitar un castigo o una reprimenda por alguna falta cometida.
- Defenderse cuando se siente amenazado.
- Imitar el comportamiento de personas que son importantes para él.
Los estímulos y el ejemplo de los padres y adultos que rodean al niño/a son fundamentales para conseguir fomentar el valor de la sinceridad. Algunas pautas pueden ayudar a conseguirlo:
- Estar atentos a los momentos en que el niño dice la verdad y alabar su comportamiento.
- Averiguar qué razones le impulsan a mentir e intentar corregirlas.
- Crear un clima afectivo de confianza, donde el niño no tenga miedo a ser rechazado o reprendido por no cumplir las expectativas.
- No hacer juicios de valor como llamarle mentiroso, mucho menos delante de otras personas.
- No presionarle en exceso ante una falta.
- Ser un ejemplo a imitar, las pequeñas mentiras del día a día de los adultos son observadas por los niños y posteriormente imitadas.